En aquel tiempo, se acercaban a Jesús todos los publicanos y los pecadores para oírle, y los fariseos y escribas murmuraban, diciendo, este acoge a los pecadores y come con ellos.
Y Jesús les dijo esta parábola.
A veces algunos de nosotros somos como el hijo menor, nos vamos por mal camino, egoísta y necio, pero Dios nos espera con paciencia a que nos arrepintamos y volvamos a Él, y si así lo hacemos, Él no nos castiga, sino que nos recibe con lagrimas de gozo y besos de amor.
Esta parábola del hijo pródigo nos enseña que cuando nos arrepentimos, Dios siempre perdona nuestros pecados y nos recibe con los brazos abiertos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario