jueves, 30 de abril de 2020

Parábola de El Fariseo y el Publicano


Jesús utilizó varios métodos para enseñarnos su palabra, uno fue las distintas parábolas para entender mejor su mensaje. Siempre alrededor de Él se juntaban todo tipo de personas y a través de parábolas les hacía entender. 
En esta lección veremos la parábola del fariseo y el publicano.





1. Dos tipos de personas
Dice la Biblia que dos hombres subieron a orar en el Templo, uno era fariseo y el otro era publicano. El fariseo era un hombre muy respetado en esa época, era uno de los que más sabía sobre la interpretación de la Ley. Era un hombre que guardaba y debía hacer guardar la Ley, un hombre que de boca para afuera hablaba de Dios.
El publicano, un hombre que se encargaba de recaudar los impuestos para darle a Roma y también considerado por traicionar al pueblo judío. El publicano era considerado como los gentiles, era un grupo de personas repudiadas por la sociedad. Éste era una persona que no conocía mucho de Dios.
A través de esta parábola vemos dos tipos de personas, y nos damos cuenta de que Dios tiene el cielo abierto para todas aquellas personas que deseen acercarse a Él. No importa el nivel social, solo importa el disponer en nuestro corazón el que la palabra de Dios entre a nuestras vidas y la pongamos en práctica.
2. Dos tipos de oraciones
El fariseo oró de esta manera: puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Y el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.
Nos enseña que hay personas que oran solo para que las demás personas escuchen y no para Dios. Ven y dicen a viva voz los defectos de otras personas, pero no se dan cuenta el error tan grande que están cometiendo dirigiéndose así a Jesús.
El publicano ni siquiera se animaba a mirar a los cielos porque sentía vergüenza de él mismo y le pedía a Dios misericordia por sus pecados. Vimos dos tipos de personas y dos tipos de oraciones. Podemos sacar como enseñanza que las cosas la debemos hacer para Dios, nuestras oraciones deben salir desde el fondo de nuestro corazón y no solo de labios para afuera hacer la oración. Nuestra oración debe ser genuina y no como la del fariseo que se sentía orgulloso por orar de esa manera.

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